martes, 5 de enero de 2010

Amanecer: Cap.2 La larga noche

2. La larga noche
“Ya te extraño.”
“No necesito irme. Me puedo quedar…”
“Mmm.”
Estuvo en silencio por un largo momento, sólo el golpe de mi corazón martillando. El ritmo deshecho de nuestra respiración entrecortada, y el susurro de nuestros labios moviéndose en sincronización.
A veces era muy fácil olvidar que estaba besando a un vampiro. No porque pareciera normal o humano –nunca podría olvidar ni por un segundo que estaba sosteniendo a alguien más ángel que humano en mis brazos- sino porque él lo hacía parecer como si no fuera nada tener sus labios contra mis labios, mi cara, mi garganta. Él afirmaba que ya tenía mucho tiempo que había pasado la tentación que mi sangre solía ser para él, que la idea de perderme le había curado cualquier deseo de ella. Pero yo sabía que el olor de mi sangre todavía le causaba dolor –todavía le quemaba su garganta como si estuviera inhalando llamas.
Abrí mis ojos y encontré los suyos abiertos, también, mirando fijamente mi cara. No tenía sentido cuando él me miraba de esa manera. Como si fuera el premio en lugar del escandaloso afortunado ganador.
Nuestras miradas se encontraron por un momento; sus ojos dorados eran tan profundos que imaginé que podía ver todo el camino a su alma. Parecía tonto que éste hecho –el de la existencia de su alma-siempre había estado en duda, incluso si él era un vampiro. Él tenía el alma más hermosa, más hermosa que su mente brillante ó su incomparable cara ó su glorioso cuerpo.
Él me volvió a mirar como si pudiera ver mi alma, también, y como si le gustara lo que veía.
Él no podía ver dentro de mi mente, sin embargo, de la manera que veía la de los demás. Quién sabe por qué –algún extraño fallo en mi cerebro que lo hacía inmune a todas las extraordinarias y atemorizantes cosas que algunos inmortales podían hacer. (Sólo mi mente era inmune; mi cuerpo todavía era un tema para los vampiros con habilidades que trabajaban de diferentes maneras que las de Edward.) Pero estaba seriamente agradecida con el mal funcionamiento que fuera que mantenía mis pensamientos en secreto. Era simplemente muy vergonzoso considerar la alternativa.
Tire su cara hacia la mía de nuevo.
“Definitivamente me quedo,” murmuró un momento después.
“No, no. Es tu fiesta de soltero. Tienes que ir.”
Dije las palabras, pero los dedos de mi mano derecha se aferraron a su cabello bronce, la izquierda presionaba con fuerza su espalda. Sus manos heladas acariciaron mi cara.
“Las fiestas de solteros están diseñadas para aquellos que están tristes por ver pasar sus días de solteros. No podría estar más ansioso de tener los míos detrás de mí. Así que no tiene sentido.”
“Cierto.” Respiré contra la piel fría como invierno de su garganta.
Esto era muy cercano a mi lugar feliz. Charlie durmiendo inconsciente en su cuarto, que era casi tan bueno como estar solo. Estábamos acurrucados en mi pequeña cama, entrelazados lo más posible, considerando la espesa manta en la que estaba envuelta como en un capullo. Odiaba la necesidad de la manta, pero arruinaba un poco el romance cuando mis dientes comenzaban a castañear. Charlie se daría cuenta si prendía el calentador en Agosto…
Por lo menos, si tenía que ser abrigada, la camisa de Edward estaba en el piso. Nunca salí del shock de cuan perfecto su cuerpo era –blanco, frío, y pulido como el mármol. Dirigí mi mano hacia su pecho de piedra ahora, trazándolos a través de la plana superficie de su estómago, simplemente maravilloso. Un ligero escalofrío lo recorrió, y su boca encontró la mía de nuevo. Con cuidado, dejé que la punta de mi lengua presionara contra sus labios como el vidrio, y él suspiró. Su dulce aliento pasó –frío y delicioso- sobre mi cara.
Él comenzó a apartarse –ésa era su respuesta automática cuando decidía que las cosas habían ido muy lejos, su reflejo cuando él quería sobre todo seguir. Edward había pasado la mayoría de su vida rechazando cualquier tipo de gratificación física. Sabía que era aterrador para él tratar de cambiar esos hábitos ahora.
“Espera,” dije, agarrando sus hombros y abrazándome más cerca de él. Liberé una pierna y la enrollé alrededor de su cintura. “La práctica hace la perfección.”
Él se rió por lo bajo. “Bueno, deberíamos estar bastante cerca de la perfección a estas alturas, entonces, o no? Has dormido algo en el último mes?”
“Pero éste es el ensayo para el vestido,” le recordé, “y sólo hemos practicado ciertas escenas. No es hora de jugar seguro”.
Pensé que él reiría, peor no respondió, y su cuerpo estaba inmóvil con estrés repentino. El oro en sus ojos pareció endurecer de un líquido a un sólido.
Analicé mis palabras, dándome cuenta qué podría haber oído en ellas.
“Bella…,” susurró.
“No empieces esto de nuevo,” dije. “Un trato es un trato.”
“No lo sé. Es muy difícil concentrarse cuando estás conmigo así. Yo – yo no puedo pensar con claridad. No seré capaz de controlarme. Saldrás herida.”
“Estaré bien.”
“Bella…”
“Shh!” presioné mis labios contra los suyos para detener su ataque de pánico. Lo había escuchado antes. No se iba a salir de su trato. No después de insistir en que me casara con él primero.
Me regresó el beso por un momento, pero sabía que no estaba tan involucrado como antes. Preocupándose, siempre preocupándose. Qué tan diferente sería cuando él ya no necesitara preocuparse por mí. Qué haría con todo su tiempo libre? Tendría que buscarse un nuevo hobby.
“Cómo están tus pies?” preguntó.
Sabiendo que no lo decía literalmente, respondí, “Entrando en calor.”
“En serio? No ideas de apoyo? No es demasiado tarde para cambiar tu decisión.”
“Estás tratando de abandonarme?”
Soltó una risita. “Sólo asegurándome. No quiero que hagas algo de lo que no estás segura.”
“Estoy segura acerca de ti. Con lo demás puedo vivir.”
Él vaciló, y me preguntó si pondría mi pie en mi boca de nuevo.
“Puedes?” preguntó en voz baja. “No me refiero a la boda –que estoy seguro sobrevivirás a pesar de tus reclamos- pero después… qué pasa con Renée, qué pasa con Charlie?”
Suspiré. “Los extrañaré.” Lo peor, que ellos me extrañarían, pero no quería darle ningún combustible.
“Angela y Ben y Jessica y Mike.”
“Extrañaré a mis amigos, también.” Sonreí en la oscuridad. “Especialmente a Mike. Oh, Mike! Cómo podré seguir?”
Soltó un gruñido.
Reí pero después era en serio. “Edward, hemos pasado por esto y por esto. Sé que será difícil, pero esto es lo que quiero. Te quiero a ti, y te quiero por siempre. Una vida es simplemente insuficiente para mí.”
“Estancada para siempre en los 18,” murmuró.
“El deseo de cualquier mujer hecho realidad,” bromeé.
“Nunca cambiar… nunca seguir adelante.”
“Qué significa eso?”
Respondió lentamente. “Recuerdas cuando le dijimos a Charlie que nos casábamos? Y pensó que estabas… embarazada?”
“Y pensó en disparate,” supuse con una risa. “Admítelo –por un segundo, él honestamente lo consideró.”
No respondió.
“Qué, Edward?”
“Deseo… bueno, deseo que él haya estado en lo correcto.”
“Gah,” lancé un grito apagado.
“Más que había una forma en que el pudo haber estado. Que nosotros tuvimos esa clase de potencial. Odio quitarte eso, también.”
Me tomó un minuto. “Sé lo que estoy haciendo.”
“Cómo puedes saber eso, Bella? Mira a mi madre, mira a mi hermana. No es tan fácil el sacrificio como te imaginas.”
“Esme y Rosalie se las arreglan bien. Si es un problema después, podemos hacer lo que Esme hizo –adoptaremos.”
Suspiró y luego su voz era feroz. “No está bien! No quiero que hagas sacrificios por mí. Quiero darte cosas, no quitártelas. No quiero robar tu futuro. Si fuera humano-.”
Puse mi mano sobre sus labios. “Tú eres mi futuro. Ahora detente. Sin depresiones, o llamaré a tus hermanos para que vengan y te lleven. Tal vez necesitas una fiesta de soltero.”
“Lo siento. Me estoy deprimiendo, o no? Deben ser los nervios.”
“Están tus pies fríos?”
“No en ese sentido. He estado esperando un siglo para casarme con usted, Señorita Swan. La ceremonia de la boda es algo que no puedo esperar-“ Él interrumpió su idea. “Oh, por el amor de todo lo que es santo!”
“Qué sucede?”
Apretó los dientes. “No tienes que llamar a mis hermanos. Aparentemente Emmett y Jasper no me van a dejar retirarme esta noche.”
Lo agarré más cerca por un momento y luego lo solté. No tenía una oración para ganar unas vencidas con Emmett. “Diviértete.”
Hubo un chillido contra la ventana –alguien deliberadamente arañando con sus uñas de acero el cristal para hacer un sonido horrible, de cúbrete tus oídos, como gansos golpeándote la columna. Me estremecí.
“Si no mandas a Edward afuera,” Emmett –todavía invisible en la noche- silbó amenazante, “entraremos por él!”
“Ve,” reí. “Antes de que destruyan mi casa.”
Edward puso los ojos en blanco pero se puso en pie en un fluido movimiento y tenía su camisa puesta en otro. Se inclinó y besó mi frente.
“Duérmete. Tienes un gran día mañana:”
“Gracias! Eso seguro me ayuda.”
“Te veré en el altar.”
“Seré la de blanco.” Sonreí con la forma tan perfectamente de época soné.
Él se río, diciendo, “Muy convincente,” y luego de repente se hundió agachándose, sus músculos flexionados en un brinco. Se desvaneció –lanzándose fuera de mi ventana demasiado rápido para que mis ojos lo siguieran.
Afuera, había un golpe sordo, y oí a Emmett maldecir.
“Más les vale que no se retrase,” murmuré, sabiendo que podían escuchar.
Y luego el rostro de Jasper miraba a través de mi ventana, su cabello color miel, plateado en la débil luz de la luna que trabajaba a través de las nubes.
“No te preocupes, Bella. Lo llevaremos a casa con suficiente tiempo.”
De pronto estaba muy calmada, y todas mis dudas parecieron poco importantes. Jasper era, a su propia manera, tan talentoso como Alice con sus increíblemente precisas predicciones. El medio de Jasper eran los humores en lugar del futuro, y era imposible de resistir sentirte de la manera que él quería que te sintieras.
Me senté incómodamente, todavía envuelta en mi sábana. “Jasper? Qué hacen los vampiros para las fiestas de solteros? No lo vas a llevar a un strip club, verdad?”
“No le digas nada!”Emmett gruñó desde abajo. Hubo otro golpe, y Edward rió por lo bajo.
“Relájate,” me dijo Jasper –Y lo hice. “Los Cullen tenemos nuestra propia versión. Sólo unos pocos pumas, un par de osos pardos. Muy parecida a una noche normal fuera.”
Me pregunté si alguna vez sería capaz de sonar tan indiferente sobre la dieta “vegetariana” de los vampiros.
“Gracias, Jasper.”
Hizo un guiño y salió de mi vista.
Estaba completamente en silencio afuera. Los ronquidos amortiguados de Charlie zumbaban a través de las paredes.
Me recosté sobre mis almohadas, ahora adormilada. Mire las paredes de mi pequeño cuarto, pálidas decolorada a la luz de la luna, bajo pesadas capas.
Mi última noche en mi cuarto. Mi última noche como Isabella Swan. Mañana en la noche, sería Bella Cullen. Aunque toda la experiencia del matrimonio era una espina dentro de mí, tenía que admitir que me gustaba cómo sonaba.
Dejé a mi mente vagar libremente por un momento, esperando que el sueño me llevara. Pero, después de unos minutos, me encontré más alerta, la ansiedad regresaba sigilosamente a mi estómago, retorciéndolo en posiciones incómodas. La cama parecía muy suave, muy tibia sin Edward en ella. Jasper estaba muy lejos, y todos los pensamientos tranquilos y relajados se fueron con él.
Iba a ser un día muy largo mañana.
Estaba conciente que la mayoría de mis miedos eran estúpidos –sólo tenía que olvidarlos. La atención era una parte inevitable de la vida, no podía confundirla siempre con el escenario. Sin embargo, sí tenía preocupaciones específicas que eran completamente válidas.
Primero, estaba la cola del vestido de boda. Alice claramente dejó a su sentido artístico dominar a lo funcional en esa. Maniobrar la escalera de los Cullen en tacones y una cola sonaba imposible. Debí haber practicado.
Luego estaba la lista de invitados.
La familia de Tanya, el clan Denali, estarían llegando antes de la ceremonia.
Sería delicado tener a la familia de Tanya en la misma habitación con nuestros invitados de la reserva Quileute, el padre de Jacob y los Clearwater. Los Denali no eran fans de los hombres lobo. De hecho, la hermana de Tanya, Irina, no vendría a la boda. Ella todavía esperaba una vendetta contra los hombres lobo por matar a su amigo Laurent (sólo que él estaba a punto de matarme). Gracias a ese rencor, los Denali abandonaron a la familia de Edward en su peor hora de necesidad. Había sido la inverosímil alianza con los lobos Quileute que había salvado nuestras vidas cuando la horda de vampiros neófitos atacó…
Edward me había prometido que no sería peligroso tener a los Denali cerca de los Quileute. Tanya y toda su familia –además de Irina- se sentían horriblemente culpables por ese defecto. Una tregua con los hombres lobo era un precio pequeño para reconciliar algo de esa deuda, un precio que estaban preparados para pagar.
Ése era el gran problema, pero había un pequeño problema, también: mi frágil autoestima.
Nunca había visto a Tanya antes, pero estaba segura que conocerla no sería una experiencia agradable para mi ego. Había una vez, probablemente antes de que naciera, ella había hecho su jugada por Edward –no es que la culpe a ella o a alguien más por quererlo. Aún así, ella sería hermosa por lo menos y magnífica por mucho. Aunque Edward claramente –e inconcebiblemente- me prefería, no sería capaz de evitar hacer comparaciones.
Refunfuñé un poco hasta que Edward, que sabía mi debilidad, me hizo sentir culpable.
“Somos lo más cercano que ellos tienen a una familia, Bella,” me había recordado. “Todavía se sienten como huérfanos, sabes, incluso después de todo este tiempo.”
Así que se lo concedí, escondiendo mi ceño fruncido.
Tanya tenía una gran familia ahora, casi tan grande como los Cullen. Había cinco de ellos: A Tanya, Kate, e Irina se les unieron Carmen y Eleazar casi al mismo tiempo que a los Cullen se les unían Alice y Jasper, todos ellos unidos por su deseo de vivir más compasivamente que los vampiros normales.
Para toda compañía, sin embargo, Tanya y sus hermanas estaban aún solas de una manera. Todavía de luto. Porque mucho tiempo atrás, ellas habían tenido una madre, también.
Me podía imaginar el hueco que dejó esa pérdida, incluso después de miles de años; traté de visualizar a la familia Cullen sin su creador, su centro, y su guía –su padre, Carlisle. No lo podía imaginar.
Carlisle había explicado la historia de Tanya durante una de las muchas noches que me quedé hasta tarde en casa de los Cullen, aprendiendo todo lo que podía, preparándome lo más posible para el futuro que había escogido. La historia de la madre de Tanya era una entre varias, una historia preventiva ilustrando una de las reglas de la que necesitaría estar pendiente cuando me uniera al mundo inmortal. Sólo una regla, de hecho –una ley que se rompe en mil facetas diferentes: Mantén el secreto.
Mantener el secreto significa muchas cosas –vivir discretamente como los Cullen, mudándose antes de que los humanos sospechen que no están envejeciendo. O mantenerte libre de humanos completamente –excepto a la hora de comer- la manera en que nómadas como James y Victoría habían vivido; la manera en que los amigos de Jasper, Peter y Charlotte, aún vivían. Significa mantener el control de los nuevos vampiros de crearas, como Jasper había hecho cuando había vivido con Maria. Como Victoria había fallado en hacer con sus neófitos.
Y significaba no crear algunas cosas en primer lugar, porque algunas creaciones eran incontrolables.
“No conozco el nombre de la madre de Tanya,” había admitido Carlisle, sus ojos dorados, casi del mismo tono de su rubio cabello, triste al recordar el dolor de Tanya. “Nunca hablan de ella si pueden evitarlo, nunca piensan en ella por gusto.
“La mujer que creó a Tanya, Kate e Irina –que las amaba, creo- vivió muchos años antes de que yo naciera, durante un tiempo de plaga en nuestro mundo, la plaga de los niños inmortales.
“Lo que estaban pensando, aquellos antiguos, no lo empiezo a entender. Ellos crearon vampiros de humanos que apenas eran más que bebés.”
Tuve que tragarme la bilis que subió en mi garganta mientras me imaginaba lo que estaba describiendo.
“Ellos eran muy hermosos,” había explicado Carlisle rápidamente, viendo mi reacción. “Tan simpáticos, tan encantadores, no te lo imaginas. No tienes sino que estar cerca de ellos para amarlos; era algo automático.
“Sin embargo, no se les podía enseñar. Estaban estancados a cualquier nivel de desarrollo que hubieran logrado antes de ser mordidos. Adorables niños de dos años con hoyuelos y ceceos que podían destruir media aldea en una de sus rabietas. Si tenían hambre, se alimentaban, y ninguna palabra de advertencia podía contenerlos. Los humanos los veían, historias circularon, el miedo se propagó como fuego en maleza seca…
“La madre de Tanya creó un niño como esos. Como con los otros antiguos, no puedo comprender sus razones.” Tomó una profunda, regular respiración. “Los Volturi se involucraron, por supuesto.”
Me encogí como siempre lo hacía con ese nombre, pero por supuesto que la legión de vampiros italianos –realeza en su propia opinión- era el eje de esta historia. No podría haber una ley si no hubiera castigo; no podría haber castigo si no hubiera nadie para repartirlo. Los antiguos Aro, Cayo y Marcos gobernaban las fuerzas Volturi; sólo los había visto una vez, pero en ese breve encuentro, me pareció que Aro, con su poderoso don que lee mentes –un contacto y sabría cada pensamiento que una mente hubiera tenido –era el verdadero líder.
“Los Volturi estudiaron a los niños inmortales, en casa en Volterra y alrededor de todo el mundo. Cayo decidió que los jóvenes eran incapaces de proteger nuestro secreto. Y por eso tenían que ser destruidos.
“Te digo que eran encantadores. Bueno, los aquelarres pelearon hasta el último hombre –fueron completamente diezmados- para protegerlos. La matanza no fue tan difundida como las guerras sureñas en este continente, pero más devastadoras en su propia forma. Aquelarres establecidos durante mucho tiempo, viejas tradiciones, amigos… La mayoría se perdió. Al final, la práctica fue completamente eliminada. Los niños inmortales se volvieron innombrables, un tabú.
“Cuando viví con los Volturi, conocí a dos niños inmortales, así que conozco de primera mano el atractivo que tenían. Aro estudió a los pequeños por muchos años después de que la catástrofe que habían causado había acabado. Conoces su carácter inquisitivo; él tenía esperanzas que pudieran ser domesticados. Pero al final, la decisión fue unánime: los niños inmortales no podían ser permitidos a existir.”
Había olvidado a la madre de las hermanas Denali cuando la historia regreso a ella.
“No es precisamente claro lo que le sucedió a la madre de Tanya,” Carlisle dijo. “Tanya, Kate, e Irina eran completamente inconscientes hasta el día que los Volturi llegaron por ellas, su madre y su creación ilegal ya como sus prisioneros. Fue la ignorancia lo que salvó la vida de Tanya y sus hermanas. Aro las tocó y vio su total inocencia, así que no fueron castigadas con su madre.
“Ninguna de ellas había visto al niño antes, o soñar de su existencia, hasta el día que lo vieron quemarse en los brazos de su madre. Solo puedo suponer que su madre había guardado el secreto para protegerlas de éste exacto resultado. Pero por qué lo habría creado en primer lugar? Quién era él, y qué había significado para ella que la motivó a cruzar ésta línea que no se puede cruzar? Tanya y las otras nunca recibieron una respuesta para cualquiera de éstas preguntas. Pero no pudieron dudar de la culpabilidad de su madre, y no creo que jamás la hayan perdonado verdaderamente.
“Incluso con la perfecta garantía de Aro que Tanya, Kate, e Irina eran inocentes, Cayo quería quemarlas. Culpables por asociación. Fueron afortunadas de que Aro se sintiera compasivo ese día. Tany y sus hermanas fueron perdonadas, pero dejadas con corazones incurables y un muy saludable respeto por la ley…”
No estoy segura cuándo exactamente el recuerdo se volvió un sueño. Un momento parecía que estaba escuchando a Carlisle, mirando su cara, y luego un momento después estaba mirando un gris, árido campo y oliendo la espesa esencia de incienso quemándose en el aire. No estaba sola allí.
El conjunto de figuras en el centro del campo, envueltas en capas cenicientas, me deberían haber aterrorizado –sólo podían ser Volturi, y yo era, contra lo que ellos habían decretado en nuestro último encuentro, todavía humana. Pero yo sabía, como a veces lo hago en sueños, que yo era invisible para ellos.
Esparcidos alrededor de mí había montones humeantes. Reconocí la dulzura en el aire y no examiné los montículos muy de cerca. No tenía deseos de ver los rostros de los vampiros que habían ejecutado, medio temerosa de que pudiera reconocer a alguien en las ardientes piras.
Los soldados Volturi se hallaron en un círculo alrededor de algo ó alguien, y escuché sus susurrantes voces creciendo en agitación. Me acerqué despacio a las capas, obligada por el sueño a ver que cosa o persona estaban examinando con tanta intensidad. Movimiento cuidadosamente entre las altas y silbantes figuras envueltas, finalmente ví el objeto de su debate, creciendo en un pequeño monte sobre ellos.
Él era hermoso, adorable, justo como Carlisle había descrito. El niño era un pequeño todavía, tal vez dos años de edad. Rizos café claro enmarcaban su cara de querubín con sus redondas mejillas y labios rellenos. Y él estaba temblando, sus ojos cerrados como si estuviera muy asustado para ver la muerte acercarse más cada segundo.
Fui golpeada por una poderosa necesidad de salvar al adorable, aterrado niño que los Volturi, a pesar de todo su peligro devastador, ya no me importaban. Los empujé para pasar, sin importarme si ellos se daban cuenta de mi presencia. Liberándome de ellos completamente, corrí hacia el niño.
Sólo cuando me tambaleé al detenerme fue cuando tuve una clara visión del monte en el que él estaba sentado. No era tierra y roca, sino una pila de cuerpos humanos, desangrados y sin vida. Demasiado tarde para no ver las caras. Los conocía a todos –Angela, Ben, Jessica, Mike… y directamente bajo el adorable niño estaban los cuerpos de mi padre y mi madre.
El niño abrió sus ojos brillantes color rojo sangre.

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