Pero más allá de la realidad, es en el mundo de la ficción donde los vampiros han encontrado su verdadero nicho. Sin duda el más famoso de todos ellos ha sido y seguirá siendo el Conde Drácula, inmortalizado por el escritor inglés Bram Stoker en 1897, el cuál encarna todas las características del vampiro por excelencia pero además, constituye una representación del erotismo implícito en la literatura del siglo XIX . Éste personaje se basó en la historia de Vlad Dracul, llamado también Vlad Tepes “El Empalador”, príncipe rumano convertido al cristianismo y que defendía las fronteras de su país contra las invasiones turcas a mediados del siglo XV.
La fama de Vlad III y su inclusión en el mito vampírico derivó de su costumbre por “empalar” a sus enemigos atravesándolos con enormes estacas de madera para luego beber su sangre, aunque los historiadores han diferido respecto de dónde termina la verdad histórica y dónde comienza el mito. Lo que si es seguro, es que de una u otra forma Vlad fue una figura lo suficientemente legendaria como para inspirar a Stoker en su creación literaria. A comienzos del siglo XVI Elizabeth Bathory se había ganado el apodo de “la condesa sangrienta” inspirando el personaje de la vampiresa Carmilla, novela homoerótica escrita por Joseph Sheridan le Fanú en 1872; esta hermosa noble húngara tenía la fama de perpetuar su belleza, bañándose con la sangre obtenida de jóvenes campesinas, por lo cual fue condenada a reclusión perpetua en su castillo hasta su muerte en 1614.
25 años después de la publicación de Drácula, el cineasta alemán F.W. Murnau realizó una adaptación libre de la novela de Stoker bajo el título de Nosferatu (1922), donde en vez de Drácula fue el Conde Orlok quien aterrorizó al público de la época, en una película ahora de culto para los aficionados al género. Nosferatu sobrevivió gracias a unas pocas versiones resguardadas en diversas partes del mundo, ya que la viuda de Stoker habría reclamado los derechos de autor por su semejanza con Drácula, exigiendo la destrucción de todas las copias existentes de la obra.
En 1931 se estrenó la película “Drácula” con Bela Lugosi, uno de los actores más recordados entre todos los que han personificado a la criatura. Luego en 1958, la productora Hammer lanzó una serie de películas con Christopher Lee (El Señor de los Anillos, Star Wars II y III) como Drácula y Peter Cushing (Sherlock Holmes, Star Wars IV) como el legendario cazador de vampiros Van Helsing. La misma productora le daría el visto bueno al controvertido director Roman Polansky para realizar en 1967 una parodia de Drácula llamada “La Danza de los Vampiros”, donde le da un toque sexualmente ambiguo al mito del chupasangre.
En 1945, el guionista chileno Juan Marino crea un radioteatro llamado “El siniestro Doctor Mortis” que se extendió hasta 1982 en diversas radioemisoras, desarrollandose paralelamente como personaje de cómic a partir de 1966 y en televisión del 71’ al 73’. Mortis ha sido considerado como vampiro en algunas de sus muchas encarnaciones, compartiendo historias con el mismísimo Conde Drácula, pero en cambio él se ha autoproclamado como la muerte personificada. También ha aparecido como científico loco o adoptando la forma de diversas criaturas e incluso ha sido capaz de engendrar otros seres malignos para sus propios fines, no obstante, el misterio que rodea al personaje ha sido una de las razones de su trascendencia como una figura de culto y entre las más representativas del género.
A mediados de los años 70’ la escritora norteamericana Anne Rice publicaría “Entrevista con el Vampiro” (1976), el primero de una serie de diez novelas conocidas como “Crónicas vampíricas”, cuya adaptación al cine fue realizada en 1992 bajo la dirección de Neil Jordan con Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas. Las novelas de Rice actualizaron por completo la imagen del vampiro, como un ser de naturaleza bisexual cuya atracción hacia hombres o mujeres iba más allá de su necesidad de sangre, implicando prácticamente un sometimiento sexual de la víctima. La visión que ella plantea sobre los vampiros, quizás se debió en gran parte a la influencia de su hijo Christofer también escritor y homosexual declarado.
En 1987 se produjo uno de los primeros intentos por atraer al público joven a las películas de vampiros con la cinta “Generación Perdida” de Joel Schumacher. Esta historia protagonizada por un joven Kiefer Sutherland, contaba cómo dos hermanos llegaban a vivir con su madre a un tranquilo pueblo de California para encontrarse con una banda de jóvenes vampiros que desean reclutarlos. Pero sin duda, una de las obras maestras del género fue la película “Bram Stoker’s Drácula” (1992) del director Francis Ford Coppola, que adaptó la novela original de una manera muy elegante y bastante fiel. Esta cinta protagonizada por Gary Oldman, Anthony Hopkins, Winona Rider y Keanu Reeves, nos muestra una trágica historia de amor y la lucha de Drácula por redimir su alma maldita.
En marzo del 97’ el fenómeno llegó a la televisión a cargo de Joss Whedon y su serie “Buffy La Cazavampiros” protagonizada por Sarah Michelle Gellar. El show que se extendió por 8 temporadas mostraba a la adolescente Buffy Sumers quien era elegida para ser la nueva Cazadora, un grupo selecto de mujeres con habilidades especiales que estaban destinadas a combatir a los vampiros y otros seres demoníacos. El programa no sólo reforzó el estereotipo feminista entre los jóvenes sino que además creo una mitología propia alrededor de los personajes y al concepto del vampiro clásico.
Otras historias que no tuvieron tanto impacto pero no dejan de ser una nota curiosa al pie de la historia vampírica fueron “Del Crepúsculo al Amanecer” (1996) de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino o “Vampiros” (1998) de John Carpenter. Ese mismo año también se estrena “Blade El Cazavampiros”, la primera de tres adaptaciones del personaje de cómic creado por Marv Wolfman y Gene Colan para la compañía Marvel. Blade (Wesley Snipes), es un hombre mitad humano y mitad vampiro que recorre la ciudad por las noches cazando a los no-muertos que viven entre nosotros.
Por supuesto que hay muchas otras películas, novelas, cómics y hasta juegos relacionados con el vampirismo, y no todas esas creaciones han sido tan afortunadas o bien logradas como algunas de las obras comentadas hasta ahora. Pero una de las historias más comentadas de los últimos tiempos ha sido la saga de Crepúsculo (Twillight, 2005) de Stephenie Meyer, que no sólo se convirtió en un Best-Seller a nivel mundial sino que ha creado una legión de fans, especialmente entre el público adolescente, los que se han identificado de una manera inédita con esta nueva visión del mito.
Crepúsculo cuenta la historia de Bella Swan, una chica de 17 años que se muda a vivir con su padre en el tranquilo pueblo de Forks donde las nubes no dejan ver el sol durante la mayor parte del año. La vida parece transcurrir normalmente en su nueva escuela y con sus nuevos amigos, hasta que Bella conoce al misterioso Edward Cullen por quién sentirá una irresistible atracción. Con el tiempo Bella sabrá que Edward y su familia son vampiros pero que han optado por vivir en paz con los humanos, cazando sólo animales para vivir. Pero esto más que atemorizar a la chica, le resulta sumamente atractivo y entre ambos se desarrollará un romance tortuoso y apasionado casi Shakespeariano; de hecho Meyer cita a “Romeo y Julieta” en algunos de sus libros, dando a entender que esa historia ha sido una de sus fuentes de inspiración.
Lo interesante de Crepúsculo radica no sólo en lo prohibido del amor entre Edward y Bella sino también, en el estilo narrativo y el lenguaje utilizado que resulta más accesible para los neófitos. Los vampiros de Meyer son sobrenaturalmente guapos y atractivos para así capturar más fácilmente a sus víctimas, pero además plantea algo diferente y novedoso en relación a las historias previas de vampiros, el tema de la abstinencia sexual. Para Edward, Bella resulta tan irresistible que hasta un simple beso requiere de todas sus fuerzas para no ceder a sus impulsos más básicos y devorarla al instante, por lo que a pesar de amarse deben mantener cierta distancia y ni pensar en tener una mayor intimidad. Bella por su lado, desea tanto estar con su amado Edward que feliz sacrificaría todo por ser convertida. A esta primera novela le siguieron Luna Nueva (2006), Eclipse (2007) y Amanecer el 2008, año en que se estrenó la adaptación cinematográfica de Crepúsculo y que a pesar de contar con un presupuesto bajísimo, se convirtió en un éxito instantáneo.
Durante el segundo semestre de ese año, la cadena HBO lanzó la primera temporada de la serie “True Blood” (Sangre verdadera o sangre fresca), creada por Alan Ball y basada en la novela Southern Vampire de Charlaine Harris. La historia cuenta cómo los vampiros tratan de integrarse a la sociedad gracias al descubrimiento de la sangre artificial en Japón, enfrentando el rechazo y la discriminación debido a su naturaleza (¿les suena familiar?). En medio de éste conflictivo panorama, una camarera de nombre Sookie (Anna Paquin), conoce a Bill Compton (Stephen Moyer), un atractivo vampiro de 173 años que precede a una serie de misteriosos asesinatos en la ciudad, siendo él uno de los principales sospechosos. Sookie, quien tiene habilidades telepáticas, decide descubrir al asesino tras enterarse que su propio hermano podría estar involucrado.
A fines del 2009 se estrenaría la secuela de Crepúsculo titulada Luna Nueva, donde Edward decide apartarse de Bella por temor a que él u otros puedan hacerle daño. Esto hace que ella se acerque más a su amigo Jacob, que vive en una reservación India junto a su familia. Lo que Bella no sabe es que Jacob y su tribu en realidad son un antiguo Clan de Hombres Lobo, enemigos ancestrales de los Vampiros, y debido a su creciente atracción por el joven Licántropo se desatará una antigua rivalidad con la familia Cullen. En esta historia se mezclan diferentes mitos como el Vampirismo y la Licantropía, lo que ya se había visto en antiguas películas de terror donde estos personajes han compartido pantalla incluso con otros monstruos literarios como Frankenstein o La Momia. En la trilogía de películas iniciadas con Underworld (2003), se lleva este argumento mucho mas lejos, planteando una guerra abierta entre ambas razas desde épocas antiguas hasta nuestros días.
Como se puede ver, la trayectoria artística de los vampiros ha sido bastante fructífera pero ¿por qué sentir atracción hacia una criatura como ésta, que por lógica debería causarnos repulsión?, ¿un muerto viviente que acecha cada noche en busca de sangre?. Quizás en algún momento de nuestra infancia, la idea de ser atacado por un vampiro haya alimentado más de una pesadilla, pero al ir creciendo se nos revela la magia y el misterio de la seducción, elementos implícitos en cada una de estas historias.
El atractivo del vampiro radica precisamente en su encanto, su sensualidad, además de su irresistible combinación entre salvajismo animal y frialdad humana. La fantasía de lo prohibido y lo misterioso, o asi mismo el acto de ser seducidos para luego ser devorados o “penetrados” extrayendo nuestra esencia vital. Estos elementos son tan antiguos como la civilización misma y su origen estaría en los llamados “arquetipos” según lo plantea el psicoanalista Carl Jung. Los Arquetipos pueden manifestarse en forma de sueños o fantasías inconcientes, muchas de las cuales son parte del imaginario colectivo como otros mitos y leyendas clásicas. Estos tienen un carácter universal, siendo transmitidos de una generación a otra como parte de la herencia cultural de un pueblo, pero en algunos casos estas imágenes vendrían incorporadas desde el nacimiento de manera que son reconocibles a un nivel inconciente por todos nosotros.
En éste sentido, Sigmund Freud tambien planteó la existencia de las pulsiones o impulsos inconscientes que cada persona trae incorporados desde el nacimiento, siendo el impulso sexual el más poderoso de ellos que se alimenta de una “energía” llamada Libido. La sexualidad que estaría presente en la mayor parte de nuestras conductas, se manifiesta en éste caso en la forma de un placer inconsciente ante el sometimiento del vampiro. Poco nos importa que sean seres malditos condenados por toda la eternidad, en todo el acto de ser mordido por un vampiro, hay elementos pasionales muy fuertes y también resulta interesante que en la mayoría de los casos, éstos seres prefieran atacar en el cuello que es una de las zonas más erógenas del cuerpo.
Por otro lado está el tema de la inmortalidad, algo que siempre ha interesado al hombre de diversas maneras y de ahí su necesidad de proyectarse, de extender la vida de cualquier forma, aunque esto signifique la pérdida de su propia alma. El miedo primordial a morir desangrado es también una fantasía suicida muy recurrente en especial en la adolescencia, donde las emociones magnifican el sufrimiento al punto de desear estar muerto. Ahora en plena era del VIH, el tema de la sangre se vuelve algo sumamente significativo y estas criaturas serían una figura representativa del contagio; según versiones más modernas del mito, lo que convertiría a un humano en vampiro es un “virus” que se transmite a través de la mordedura y a partir del contagio la víctima pasaría a ser un muerto en vida.
Así pues, ya sea por un interés histórico, mitológico, romántico o sexual, estas historias nos motivan de diferentes formas según la edad o los intereses de cada uno, pero en ningun caso nos resultan indiferentes. Aunque hace tiempo que los cuentos de vampiros dejaron de asustarnos, la fascinación por ellos sigue presente en la literatura, el cine y la televisión ya no como historias de terror sino alimentando otros géneros como la comedia, el drama, la acción, la ciencia ficción e incluso el romance, y a un nivel más amplio ha influido en aspectos estéticos de la sociedad como la arquitectura, la moda o la música.
La idea o el concepto del vampiro, que si bien ha estado con nosotros desde tiempos inmemoriales, ha sabido reinventarse para actualizar el mito a los nuevos tiempos, soportando el paso de los años sin dar señales de querer desaparecer y es más, la inmortalidad del vampiro como símbolo, ha resultado ser más poderosa que la criatura misma.
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