Belgrado, (dpa) – Mucho antes de que Bram Stocker creara en su novela al famoso conde Drácula ya existían vampiros en Serbia. Y ahora, las autoridades de la localidad de Valjevo están intentando resucitar su leyenda en busca de turistas.
Valjevo, una ciudad industrial situada unos 70 kilómetros al suroeste de Belgrado, está trabajando duro para promocionar el nombre de uno de sus más infames residentes: Sava Savanovic, un molinero que tras su muerte, en el siglo XVII, aterrorizó a las gentes de la región.
La leyenda de Savanovic fue recuperada en febrero para la feria de turismo de Belgrado. E incluso se le puso cara, la de un campesino serbio cansado, algo pálido, con una benevolente sonrisa que deja ver dos colmillos no demasiado afilados. A menudo se le ve con una jarra de cerveza -de la marca local Valjevsko, por supuesto-, que ahora parece preferir a la sangre.
Para quienes no teman al chupasangre, la agencia Kaspar Travel ofrece “aventuras en jeep con Sava” y hasta “fin de semanas anti- estrés con Sava”. Ambos programas incluyen visitas a misteriosos parajes por los bosques y montañas de Valjevo, menús “cocinados por Sava” y una excursión al molino de agua donde supuestamente vivió y estrangulaba a la gente que le pedía refugio.
Como sucede muchas veces, la transformación de Sava de chupasangre a atracción turística no ha caído bien en todas partes, y mientras la Iglesia ortodoxa serbia criticó en junio la decisión de convertir al vampiro en mascota local, la cercana localidad de Bajina Basta amenazó con emprender acciones legales, alegando que Sava forma parte de su legado.
Disputas aparte, la teoría más conocida sobre el vampírico molinero fue inventada en el siglo XIX por el escritor Milovan Glisic en su libro “90 Years After”. La historia inspiró la primera película de terror serbia, “Leptirica” (“The She-Butterfly”) y lanzó al estrellato a Savanovic.
Su fama, al menos en Serbia, es ahora tal que ha llegado a eclipsar a todos sus rivales, entre ellos el primer y único vampiro “oficial” del mundo: Petar Blagojevic.
Blagojevic murió en 1725, pero presuntamente regresó para atormentar a los campesinos de Kisiljevo, unos 100 kilómetros al este de Belgrado, hasta que éstos decidieron que ya era suficiente.
En aquella época, el este de Serbia estaba bajo mandato austríaco y el caso fue documentado y enviado a Viena por el administrador de la región, un hombre llamado Frombald.
Aunque parece que los casos de vampiros eran tan comunes como para que pasaran sin ser registrados por la mayoría de administradores, Frombald quedó sorprendido por los acontecimientos de Kisiljevo y su reporte fue publicado en los diarios vieneses. Así, Blagojevic se convirtió en el primer caso de vampirismo documentado.
“Estamos seguros de que hubo otros incidentes similares, pero simplemente no fueron documentados”, dice Mirko Bogicic, un funcionario del pueblo que recopila viejos archivos e historias de la zona.
En los dos meses que siguieron a la muerte de Blagojevic, varios campesinos fallecieron tras una corta y misteriosa enfermedad. Antes de morir, todos se quejaron de que Blagojevic los estaba atormentando.
“No les chupaba la sangre ni ninguna otra clase de las tonterías que Bram Stoker inventó para Drácula, quien, por ciento, nunca fue un vampiro hasta la novela y habría sido olvidado de no ser por Hollywood”, señala Nenad Mihajlovic, profesor de historia en la vecina Veliko Gradiste. “Blagojevic gruñía, asustaba, asfixiaba y generalmente atormentaba a sus víctimas”, explica Mihajlovic.
Y según las leyendas locales, los vampiros no son “contagiados” por otros vampiros, sino que nacen ya con el estigma de futuros vampiros. La historia cuenta que Blagojevic se aparecía cada noche a su viuda y le pedía sus opanci, una especie de albarcas. Un día, ella también desapareció.
Frombald, cuyo nombre completo se perdió, señalaba en su registro que el cadáver de Blagojevic no mostraba rastro de descomposición tras ocho semanas, y que había sangre fresca en sus labios. Cuando lo atravesaron con una estaca, brotó más sangre de sus orejas, nariz y boca.
Aunque la parte más antigua del cementerio de Kisiljevo date del siglo XVI, no hay restos de la tumba del vampiro. Y si hubiera tenido una tumba, en aquella época no se marcaban las lápidas, explica Bogicic. Ahora, queda esperar si la región se convierte en un imán de turistas como el famoso castillo de Drácula en la rumana Bran.
Fuente TheVampireClub
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