jueves, 23 de diciembre de 2010

Tron Una Herencia difícil de Superar

A principio de los 80 en los estudios Disney se vivió una pequeña revolución.En 1982 Disney lanzó una cinta que superaba tecnológicamente a cualquier predecesora, una película que inspiró a toda una generación de creadores visuales, que vislumbró el ciberespacio como lo entendemos hoy y que tenía el poster más increíble desde Metrópolis de Fritz Lang.Su nombre: Tron, una cinta que utilizaba la estética naciente de los videojuegos (especialmente del Pong, la mesa de ping-pong de Atari) para narrar una aventura que sucedía en un espacio computarizado.El discurso cibernético de Tron (y su guión más bien fallido) demostró estar muy poco en contacto con el público. La cinta fue un fracaso en su estreno. Disney la empaquetó pronto con ánimos de olvidarla para siempre. La franquicia sobrevivió en la memoria de los espectadores retrospectivamente: el mundo vio la mucho más lograda Blade Runner y dijo “Ah, ok” y regresó a Tron.

Pero la historia da revanchas muy dulces. En el equipo creativo de Tron estaban varios jóvenes visionarios, entre ellos el más importante, el realizador Steven Liserberg, pionero de la animación digital.Su nombre hoy quizá no resuene con tanta sonoridad, como el de sus dos aprendices: John Lasseter, nada menos que el fundador de Pixar Studios y Brad Bird, el genio detrás de joyas como El gigante de acero, Los increíbles y Ratatouille.Lasseter, que vio las primeras imágenes de Tron en 1981, la película todavía sin terminar, se emocionó tanto que propuso a sus jefes en Disney crear un estudio totalmente digital. Fue despedido de inmediato. Una década y media después regresó con Pixar para salvar a Disney.
De ese tamaño es el verdadero peso que hereda su secuela, Tron: el legado. Sí, créale al tráiler y a la publicidad. De verdad se ve increíble. Tron: el legado es casi todo lo que Liserberg hubiera querido de su cinta original, es visualmente arrolladora, tiene grandes secuencias de acción y de algo estoy segura: impactará en la siguiente generación de creadores visuales tanto como Matrix o Avatar. Entre los créditos seguro que está el próximo gran genio.
Pero El legado sigue cojeando del mismo pie que su antecesora. Su guión es aburridísmo y tan predecible como la trayectoria de un frisbee con foquitos en un cuarto oscuro. La secuela retoma al elenco de la original. Jeff Bridges es Kevin Flynn, fundador de ENCOM, una megacorporación de innovación digital al estilo de Apple o Microsoft y Bruce Boxleitner regresa como su mejor amigo, Alan Bradley, también conocido como Tron en el mundo digital. Hace 20 años, en medio de su éxito, Flynn desapareció misteriosamente. Sam (Garrett Hedlund), su hijo de 27 años, ha decidido buscarlo en, dónde más, el mundo de videojuego que creara hace 30 años. Pero Sam no emprenderá su misión sin antes hackear la red de ENCOM y robarse el nuevo sistema operativo que está por lanzar y subirlo a la red de manera gratuita. Así es, Tron: el legado es un canto al software libre. Que alguien le diga a Disney, la defensora más perruna del copyright, el significado de la palabra hipocresía.
Pero discursos controversiales aparte, Tron: el legado tiene sus aciertos. El mejor momento de la cinta es una mezcla enloquecida de referencias pop: en una cantina con look interespacial donde toca Daft Punk y un tipo igualito a David Bowie (Michael Sheen, en una actuación robacámara) promete ayudar al héroe. Es Star Wars, Blade Runner, el glam rock, el electropop y Matrix en una sola escena.
Ojalá así fuera toda la película. Como sea, no debe perdérsela. Y hay que verla en 3D para que lo que la historia no tiene se compense con los increíbles efectos especiales.
Gracias a TheVampireClub

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