El fenómeno vampírico ha vuelto
con fuerza a las salas de cine. Nuevas formas de abordar el género
caracterizan esta evolución: desde las películas que abrazan el terror
puro hasta las que representan amores eternos, los vampiros han pasado
por toda clase de tesituras para terminar encandilando a cualquier tipo
de público.
El cine de vampiros ha existido desde el nacimiento del séptimo
arte, pero la visión que se ha plasmado en los metros de celuloide
sobre el mito vampírico ha pasado por una evolución constante, aunque
sin alejarse demasiado de las pautas clásicas que sitúan al
‘chupasangre’ como uno de los personajes de terror más recurrentes y
efectivos.
Las primeras imágenes sobre vampiros se encuentran en La mansión del diablo (1896), de George Méliès,
rodada incluso antes de la publicación del famoso libro de Bram
Stoker. Sin embargo, la primera referencia para la gran mayoría del
público es Nosferatu (1922), de Friedrich Wilhem, donde el director presenta a un vampiro con rasgos de roedor y sin escrúpulos que siembra la muerte por donde pasa.
Habrá que dar un gran salto cronológico para encontrar la edad
dorada del cine vampírico: los años noventa. A lo largo de ésta década
fueron muchos los títulos que aparecieron en las salas
cinematográficas, y muchos los que han pasado a formar parte de la
memoria y de las asociaciones más comunes cuando se trata de vampiros y
cine. El título más destacable es Drácula, de Bram Stoker (1992), de Francis Ford Coppola, responsable de un film que se caracterizó por su fotografía en tonos rojizos y por la fidelidad a la novela original.
Drácula de Bram Stoker (1992)
En 1994 se estrenó Entrevista con el vampiro, una adaptación de Neil Jordan sobre la novela de Anne Rice.
La cinta, con estética gótica, aporta una visión apasionada sobre el
sentir del no muerto. Ocho años después sería el turno para La reina de los condenados, secuela basada parcialmente en las dos siguientes novelas de la saga de Rice (Lestat el vampiro y la homónima La reina de los condenados).
En 1996, Robert Rodríguez consiguió unir en la pantalla a George Clooney y Quentin Tarantino en Abierto hasta el amanecer, donde recurrió a los rasgos clásicos del vampirismo (agua bendita y estaca incluidas) en un film no demasiado brillante.
A finales de la década, en 1998, se rodó Blade, personaje sacado de los cómics de Marvel al que encarnaría Wesley Snipes.
Una visión diferente sobre un semivampiro que pretende exterminar al
resto de los suyos. Tuvo un sorprendente éxito que le permitió continuar
su historia en dos secuelas más.
La “vampirofilia” prosiguió en el 2000 con Shadow of the vampire, dirigida por Elias Merhige e interpretada por John Malkovich y Willen Dafoe. En ella se plasma la historia sobre el rodaje de Nosferatu
en una mezcla que aúna realidad y ficción, proponiendo que el actor
encargado de dar vida a Nosferatu pudiera ser un vampiro realmente.
En 2007 se encuentra 30 días de oscuridad, de David Slade, mientras que en 2008 aparece la aclamada por la crítica Déjame entrar,
sorprendente película sueca que muestra el vampirismo desde los ojos
de una niña dentro de una existencia definida por el dolor y la
necesidad de cariño.
Sin embargo, la plena recuperación del género llegó a partir de 2009 con Crepúsculo y sus diferentes secuelas, adaptaciones todas ellas de las novelas publicadas por Stephenie Meyer.
La autora ha roto con la habitual estética terrorífica de los vampiros
y los ha dulcificado hasta el punto de que la familia Cullen se
muestra al espectador como un conjunto de seres bondadosos, capaces de
luchar contra la maldad inherente que conlleva ser un vampiro y de
convivir con los humanos (e incluso de enamorarse perdidamente de
ellos, en este caso de Bella). El personaje mortal deja de ser visto
como una presa, como un medio de alimentación, y toma las riendas de su
destino eligiendo la inmortalidad para la consecución de un amor
eterno.
El género vampírico ha tenido la astucia suficiente para adaptarse a
los cambios que el cine le ha dispuesto, logrando que el vampiro se
consagre como un personaje del que pueden extraerse los perfiles más
animales y salvajes, pero también los más humanos y dispuestos de alma.
Via DiarioTwilight
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