Hace cien años, el 20 de abril de 1912, un escritor irlandés llamado Bram Stoker moría en una pensión modesta en la plaza de Saint George, en Londres. Durante su agonía había tenido visiones de seres grotescos, algunos de los cuales habían poblado sus novelas de horror. De esas novelas, alguna de las cuales tenía como protagonista un gusano gigante y asesino, ninguna tenía la calidad de su cuarto libro, “Drácula”.
La vida de Stoker, consagrada al estudio de las leyendas y mitos del este de Europa (adonde nunca llegó a viajar) no había sido especialmente azarosa. Se había casado con Florence Balcombe, una bella joven que había sido pretendida por Óscar Wilde. Con buen juicio, Florence había preferido a Stoker que, a pesar de esta rivalidad, logró recuperar parte de su amistad con su famoso y desdichado compatriota irlandés.
Hoy, casi nadie sabe quién es Stoker pero todos han oído hablar de Drácula. La novela aparecería en 1897, con una tapa amarilla con letras rojas de sangre. “Drácula” era un hito en la historia de vampiros que había empezado con las leyendas sobre el rey Vlad, empalador en los Cárpatos, y la condesa Elizabeth Batory, que bebía la sangre de las mujeres sacrificadas. La palabra “vampiro”, de origen eslavo, se había popularizado en Europa. Ya a comienzos del siglo XIX había aparecido la novela “El Vampiro” de Polidori, la primera en su género (que, dicho sea de paso, puede encontrarse a veces en las librerías limeñas). Antes de Stoker, en 1872, Sheridan Le Fanu había escrito “Carmilla”, una novela sobre una vampira lesbiana que acecha a la protagonista, Laura. La novela de Le Fanu es interesante y fue la primera en relacionar el vampirismo con el sexo. Cuando Carmilla acecha a Laura, ésta nos informa que “sus labios calientes viajaron por mi mejilla en besos, y susurraba, casi sollozando, eres mía, serás mía.“
“Drácula” de Stoker es una novela epistolar, hecha de cartas y diarios. Al leer la descripción del monstruo a la llegada de Jonathan Harker, uno se admira de la elegancia con la que Stoker describe sus “cejas masivas”, “de aspecto cruel”, sus “orejas pálidas” y afiladas, y la extraña quietud, puntuada por el aullido de los lobos, de la escena. Harker ha ido a visitar a Drácula a su castillo para un trámite legal y es recibido con mucha cortesía y elegancia por su anfitrión. Sin embargo, como es natural, muy pronto será presa del horror. El paso de un narrador a otro (luego viene el testimonio de la novia de Harker que lo está esperando) está sembrado de sorpresas. Leer o releer “Drácula” sigue sien`o un placer para cualquier interesado.
Por otro lado, la novela de Stoker establece los ingredientes de la leyenda del vampiro (el ataúd del sueño diurno, el horror a los crucifijos, las estacas en el pecho, etc). La relación entre erotismo, miedo y muerte están cifradas en la atracción del extraño conde, que se viste con el rojo y el negro. La unión de los elementos eróticos y tanáticos no es casual. Hay que recordar que Stoker escribe en los mismos años en los que se publican los libros de Sigmund Freud. Hoy muchos psicoanalistas que estudian a Drácula lo fijan como una manifestación del inconsciente.
Después de la muerte de Stoker empezaron a aparecer algunas películas. La primera de ellas “Nosferatu” (1922) de Murnau se exhibió cuando la viuda de Stoker aún vivía. Las protestas de la Sra. Stoker por la difusión no autorizada del conde hicieron prohibir la película (una obra de gran nivel, por cierto) de la que sin embargo quedan muchas copias. Entre los famosos Dráculas del cine me quedaría con el de Kinski y Herzog, pero quien se consagró en ese papel fue sin duda un actor de origen húngaro, Bela Lugosi. Lugosi daría fama mundial a Drácula en el teatro y en el cine. Luego de una carrera en la que no pudo igualar sus éxitos vampirescos, Lugosi pidió ser enterrado usando la capa negra del conde. Su deseo fue cumplido.
Lugosi murió pero el mito sigue vivo. Joan Acocella calcula que se han filmado ciento cincuenta películas sobre Drácula. Hoy, Stephanie Meyers, con sus novelas sobre vampiros vegetarianos, ha vendido cuarenta y dos millones de copias desde la aparición de la primera, en el 2005. Hay una enorme cantidad de trabajos académicos sobre Drácula y muchas especulaciones sobre el sentido del monstruo. El inglés Kim Newman es un experto mundial en Drácula y ha creado para demostrarlo, la serie Anno Dracula.
Expertos también en monstruos, los latinoamericanos no hemos estado ausentes. La semana antepasada, la Feria del libro de Guadalajara organizó un evento masivo. Veintisiete mil lectores leyeron trozos de la novela en ciento cincuenta y ocho sedes de Jalisco. Los organizadores anunciaron que once mil lectores leyeron el libro en las últimas semanas. La semana pasada se estrenó en Lima una pieza sobre el monstruo, dirigida por Jorge Castro.
Uno de los más declarados y fervientes lectores en la América Latina es, como era de esperarse, Fidel Castro. De un modo u otro, gracias a sus simbolismos, Drácula siempre se las arregla para estar presente. El monstruo del erotismo, la elegancia y la crueldad tiene seguidores secretos, que lo consultan en silencio, también aquí.
Fuente: larepublica / Vía: DiarioTwilight
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