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Antes de que él llegara a la escena, los vampiros eran viejos,
solitarios, atormentados. Vivían escondidos en mansiones espeluznantes,
se envolvían en la oscuridad, en capas pesadas y vagaban solos,
sedientos de sangre, en las horas de la noche. Por el día, dormirían en
la oscuridad de un masivo ataúd secreto en una bóveda o cripta para
protegerse del contacto con la letal luz solar. Con él, sin embargo,
todo ha cambiado. Gracias al legendario Edward Cullen, el personaje que
Robert Pattinson interpreta en la Saga Twilight, los muertos vivientes
han entrado en una nueva era: la de los post-vampiros. Jóvenes,
apuestos, salen durante el día. “Durante cuantos años has tenido
diecisiete?” se preguntan los unos a los otros, sonriendo, en un intento
de dar una medida a su eternidad. Porque la muerte ya no es inevitable
en el mundo de Twilight. De hecho no están muertos y nunca morirán. No
están condenados a morir.
A diferencia de los viejos vampiros – aquellos interpretados por Bela
Lugosi o Christopher Lee – los post-vampiros no están condenados a una
vida de eterna oscuridad a cambio del “oscuro don” de la inmortalidad.
Por el contrario, son asistidos por el hecho de que viven en un pueblo
del estado de Washington, dónde el cielo siempre es gris y el sol
aparece raras veces, se mezclan con otros adolescentes, van al mismo
instituto, se mezclan en la comunidad. Se convirtió en un culto de forma
instantánea: comunidades de adolescentes a través del mundo se reunen
en Facebook para intercambiar mensajes de adoración sobre Robert
Pattinson o su personaje, Edward Cullen, y nunca se cansan de verlos una
y otra vez en cientos de vídeos de YouTube y trailers.
Veamos: algunos vídeos han sobrepasado los 18 millones de visitas.
Robert Pattinson es el icono vivo de esta sociedad cultural: el
cuerpo/símbolo que encierra una especie de esperada mutación
antropológica que hace de su Edward una especie de profeta o mesías.
Casi un Moisés del post-vampirismo, tras el cual avanzan enjambres de
neo-vampiros creados principalmente por mujeres novelistas (no sólo
Stephenie Meyer de Twilight sino también Anne Rice, Lisa Jane Smith,
Charlaine Harris, y otras más) y los convirtieron en un fenómeno
mediático a través de series de TV como True Blood o The Vampire
Diaries.
Despeinado pero monótono, atormentado pero no de forma excesiva, no
convencional pero reconfortante, el vampiro de Pattinson difiere en
varios significativos aspectos de las sanguijuelas del pasado, aquellos
con la piel pálida/espectral y una hipertrofia muy evidente de sus
colmillos, que pisaban las calles de ciudades con plagas. Mordían para
extraer el “zumo de vida”; él renuncia a las víctimas humanas y elige
beber sólo la sangre animal para ser capaz de mezclarse con los humanos.
Como si fuera un vampiro filántropo con una inclinación por las buenas
acciones.
Es difícil decir si Robert Pattinson, nacido en 1986, es o no es como el
personaje que lo convirtió en un icono de la generación Web 2.0. Al
igual que Edward, Rob o R-Patz (como lo llaman sus fans) viene a ser
muy cerebral, a menudo incómodo, e incluso más a menudo abierto a los
impulsos y ambiciones imposibles. Por ejemplo, parece que está más
interesado en ser reconocido como músico que como actor. Escribió varias
canciones para Twilight, toca el piano y la guitarra, estuvo en una
banda de rock (Bad Girls) y nunca ha negado su ambición de convertirse
en un productor musical.
Es muy diferente a los productos de Hollywood. A diferencia de Kristen Stewart - Isabella "Bella" Swan en Twilight– que es la hija de un productor de Fox y una guionista, Pattinson no fue criado en una casa de locos de los estudios Tinseltown.
Por el contrario, él es de Inglaterra, donde nació y se crió en una
clase media, en un suburbio al sur-oeste de Londres. El hijo de un
importador de coches americanos clásicos, un niño rebelde y un modelo de
tiempo libre, parece que fue un consejo de su padre el que lo llevó a
tratar de vivir de la actuación. Sucedió en una versión de Tess of the
d'Urbervillesand cuando desarrolló un profundo interés por la actuación.
Las películas vinieron después, en el 2005, cuando el director Mike
Newell lo escogió para el papel de Cedric Diggory en Harry Potter and
the Goblet of Fire, la cuarta película de la famosa saga. La película es
un éxito y el chico con la mirada triste es notado por muchos. Abundan
los cumplidos, y también el coraje. Así que Rob decide hacerlo real.
Como si rompiera un círculo vicioso, lo deja todo y se va a U.S. dónde
araña una vida por un tiempo, como otros muchos han hecho. Entonces en
el último momento cuando casi había perdido las esperanzas, consiguió el
papel de Edward en Twilight al final de un proceso de casting en el que
participaron al rededor de 5000 aspirantes y al que él mismo se había
enfrentado y pasado bajo los efectos de un Xanax.
Twilight tiene un éxito enorme, pero parece despreciarlo. De hecho los
rumores a menudo lo describen como irritado, asfixiado por la presión de
los medios de comunicación, estresado por los fans, incapaz de salir de
su casa sin ser acosado, constantemente fotografiado y siendo
Twitteado. Es el precio a pagar por ser alguien que, dicen, ganó 32m de
libras, convirtiéndose así en el actor británico más rico detrás de
Daniel Radcliffe, el chico que hace de Harry Potter. Algunos críticos
desprecian un éxito tan rápido y abrumador. Pero, como sabemos, los
críticos habitualmente echan abajo las cosas. Especialmente aquellas - y
son muchas - a las que no les gustan las sagas románticas y
sangrientas. Rob es mucho más culto de lo que pueda parecer. Lee a
Martin Amis y Maupassant. Es un aficionado al cine sofisticado, tiene
más que un conocimiento superficial de las películas francesas, menciona
a Jacques Audiard (Read My Lips,
Rust and Bones) como uno de los directores con el que le gustaría
trabajar, y dice que el modelo de actuación al que aspira es a Daniel
Auteuilfor y su actuación en Le deuxième soufflé de Alain Corneau.
No es coincidencia que David Cronenberg lo quisiera para su versión
cinematográfica de la obra de Don DeLillo, Cosmopolis: el director más
extremo (y más cerebral) en la escena actual, llama al emergente actor
más idolatrado por las adolescentes y le ofrece un papel que es a la vez
completamente diferente y muy similar a Twilight: no es un vampiro,
pero sí un lobo de Wall Street. Un gurú de las altas finanzas. Joven y
despiadado. Aquél que puede causar miseria a miles de personas con un
solo movimiento. Encerrado en su limusina, descansando en los asientos
de cuero, su única preocupación es llegar junto a su peluquero para un
arreglo rápido. Cruza Manhattan de Este a Oeste mientras hay un
levantamiento de los que se hicieron cada vez más pobres por los
estragos del capitalismo global en las calles de la Gran Manzana. Él
parece totalmente indiferente a todo esto. El broker de Pattinson es,
tal vez, el vampiro que Edward no pudo ser. Nunca sale de su coche, la
multitud lo llena de horror, nunca se mezcla con otros seres humanos. En
Twilight domesticó el mito del vampiro y, en cierto modo, lo hizo
encajar con los adolescentes normales que necesitan creer que todo amor
imposible puede esperar un final feliz, pero hace exactamente lo opuesto
en Cosmopolis, negando cualquier esperanza de una conclusión feliz.
Tal vez los verdaderos Volturi (los vampiros “malos” en Twilight) son
los que están en Cosmopolis, donde drenan la sangre de las víctimas
indefensas, resignadas. Mientras tanto, el último episodio de la saga de
Twilight, Breaking Dawn Parte 2, se estrena en todo el mundo: Bella se
convierte en un vampiro y ella y Edward tienen un bebé que es híbrido,
inmortal como un vampiro pero destinada a crecer como un humano. Pero
después de tal “extremo”, tiene papeles valientes como el de
Cosmopolis, Rob quiere hacer caso omiso de cualquier tipo de
encasillamiento como Edward Cullen. Así que será T.E. Lawrence (más
conocido como Lawrence de Arabia) en la película de Werner Herzog Queen
of the Desert, y se lanzará por las ramas de Australia – en la estela de
la legendaria Mad Max de los ’80 – en el western futurista/existencial
The Rover dirigida por el director de Animal Kingdom David Michôd.
Papeles que parecen muy diferentes de Edward Cullen. Eso es lo que
parecen. En realidad, los personajes que elige, todos tienen algo en
común: están dudando entre la necesidad de cruzar el umbral de la
mayoría de edad y su deseo de permanecer jóvenes para siempre.
Via y Traducción LaSagaRobsten
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